La semana pasada, el abogado penalista de Atlanta, Jerome J. Froelich Jr. dijo: “I will go to jail before disclosing his communications in representing a disbarred lawyer who scammed millions of dollars from a woman he met on a dating website” , es decir, que prefiere ir a la cárcel antes que revelar sus comunicaciones que ha tenido conocimiento en la defensa de un abogado expulsado del colegio acusado de estafar millones de dólares de una mujer que conoció en un sitio de citas.
No puedo decir otra cosa que me quito el sombrero ante estas declaraciones, puesto que como profesional opino y suscribo todas y cada una de esas palabras, porque si hay algo que nos debemos es a la confidencialidad con nuestros clientes. Sin embargo, quisiera aprovechar esta declaración para hablar del deber de confidencialidad cliente – abogado en la actualidad, pues si bien las nuevas tecnologías nos facilitan muchas cosas, un mal uso puede provocarnos más de un disgusto.
En efecto, como letrados y como usuarios de redes sociales tenemos que utilizarlas con sumo cuidado. Me explico. Hay letrados que utilizan las redes sociales de una manera profesional para intentar vender la página web, enlazar un blog o comentar alguna sentencia, incluso contactar con otros compañeros. Hay otros letrados, entre los que incluyo, que entendemos que las redes sociales son un reflejo de nosotros mismos, por lo que dependiendo de la red social le damos un uso concreto y determinado. En mi caso, utilizo Facebook y Foursquare como una red estrictamente personal, en la que tengo un grupo reducido de personas (cada vez más) en las que no se encuentra ningún cliente, LinkedIn como una red estrictamente profesional y la red de microblogging Twitter para todo, de hecho, tengo dos blogs diferenciados entre si los temas son profesionales o no. Ello sin contar las diversas páginas de abogados entre las que me encuentro para facilitar mi localización a mi cliente potencial.
Pues bien, volviendo al tema del cuidado de la utilización de nuestras redes sociales, hemos de tener presente que directamente o indirectamente podemos vulnerar nuestras obligaciones, sobretodo el tema de la confidencialidad, incurriendo en ese caso en responsabilidades. Por ejemplo, la utilización de los mensajes privados o los chats, tanto de Twitter como de Facebook, no dan esa debida confidencialidad que le debemos dar a nuestro cliente. Más peligro tienen las publicaciones en redes sociales que tienen activada la geolocalización, provocando que dependiendo de la publicación que realicemos puede afectar seriamente nuestras obligaciones como letrados.
No quisiera extenderme en un tema que me daría para escribir y mucho, máxime cuando el tema sería el uso de las redes sociales aplicadas al derecho y se ubicarían nuestros límites bajo la que deberíamos actuar como abogados, pero en este post sólo quisiera otorgarle un valor a una declaración, que si bien ha chocado a mucha gente, a los letrados no nos sorprende en exceso, máxime cuando se trata de nuestro cliente.
Ya lo decía Harvey Specter en un capítulo de esta tercera temporada de “Suits”: No importa lo que yo piense sobre si eres culpable o no” por lo que con total independencia de nuestras propias convicciones, tenemos que saber la realidad de los hechos para poder idear la mejor estrategia para defensa de los intereses de nuestros clientes y esa confianza necesaria con cada uno de nuestros clientes para poder conocer esa veracidad, y ésta sólo la podremos obtener siempre que medie la correspondiente garantía de confidencialidad.
PD. Recientemente he podido observar varias noticias que han aparecido referente a este asunto, sobretodo a las publicaciones en Twitter. En este caso, mis recomendaciones pasarían en primer lugar por quitar la geolocalización de los tuits y en segundo y si somos fanáticos de los 140 carácteres, vigilar cuidadosamente lo que colgamos en la red o, al menos, pensárnoslo dos veces antes de pulsar ‘enviar’, porque hemos de tener en cuenta que si de algo se caracteriza Twitter es en la inmediatez de la fluidez de la información que enviamos y recibimos.
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