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Los tiempos cambian, también para el mundo jurídico y asesor

“The world is changing and we must change with it”

Con esta cita abro esta reflexión en la que me voy a centrar en la nueva dirección que está tomando o va a tomar el mundo asesor, consultor i, en definitiva, todo aquello relacionado con el mundo jurídico.

Por un lado, estamos siendo testigos de cómo nuestro legislador nos está atomizando con una batería de leyes a cada cual más diversa en un alarde desesperado de modificación radical de nuestro sistema jurídico (modificación justicia gratuita, demarcación y planta judicial, colegios profesionales y un largo etcétera), obra titánica donde las haya, tejiendo una telaraña jurídica en la que es muy fácil perderse si no estas acostumbrado, puesto que muchas modificaciones de cumbre menor se realizan mediante decretos leyes, con una cierta dudosa urgencia y, sobretodo, en materias tan vinculantes como las relaciones laborales y la normativa fiscal.

Por otro lado, la adaptación de la administración a las nuevas tecnologías está provocando la automatización de muchos procesos de gestión, todo ello en un plan de liberación de gasto público y de adecuación a las nuevas tecnologías que tapan el deseo de controlarlo todo con fines recaudatorios.

Me explicaré con más detalle empezando, esta vez, por el tejado. A nadie le escapa el plan gubernamental de modificación de leyes tributarias y de seguridad social. La Agencia Tibutaria tomó la iniciativa con su sede electrónica de forma que ya no admite las presentaciones en papel manuscritas y está dando preferencia a todas las presentaciones telemáticas. Por su lado, la Seguridad Social busca reforzar ese sistema RED y a tal fin, ha creado el sistema Creta, que puede llegar a ser la pesadilla de muchos asesores, y del que próximamente me detendré a analizar. Mediante este nuevo sistema, que introduce cambios sustanciales en la información que recibe la Seguridad Social, se pretende un mayor control en todas las comunicaciones efectuadas por el empresario o por sus asesores, pasando a cotizarse por trabajador y no por empresa, por rangos de segmentos o fechas y no por días, y desapareciendo los documentos TC1 y TC2 por un documento tipo factura. No lo neguemos, dicho sistema entrará en vigor y con ella una completa transparencia por lo que quedará registrado si a un trabajador se le paga por debajo del convenio o si es sospechoso de estar realizando más horas de las que pone en su contrato, incrementando una mayor inflexibilidad e impersonalización por la administración en cuanto a los trámites: “éste es el sistema y te tienes que adaptar a él”.

Todo ello está provocando que muchos ciudadanos y algunas empresas, no acostumbradas a las nuevas tecnologías, deban adaptarse a las mismas por imperativo administrativo. Ahora, por ejemplo, no es posible tramitar una alta en el sistema de seguridad social de una sociedad o de un autónomo sin que éste haya obtenido su certificado digital, puesto que la gran mayoría de trámites se realizan en sede electrónica, por lo que debemos añadir una gestión más antes de proceder al alta correspondiente: la tramitación del certificado digital. De este modo, con independencia de que se esté o no obligado a ello, todas los empresarios deberán tenerlo para operar con la Seguridad Social, de hecho la Seguridad Social ya ha avanzado que TODOS deberán estar integrados en este sistema.

Ello sin olvidar la posibilidad que tienen algunas PYMES de acogerse al sistema RED Directo, con el gran inconveniente de que se encuentran solos ante la administración, quien únicamente se limitará a hacer funciones de gestor directo, recayendo toda la responsabilidad en las comunicaciones en el mismo empresario, sin asesoramiento y con desconocimiento en la gran mayoría de supuestos, condenándole a enmarcarse en este entramado jurídico con un alto riesgo de perderse, y cuando ello sucede resulta perjudicado su bolsillo, con las correspondientes sanciones y recargos, que la Administración recibe como agua de mayo.

Y es que es practica habitual en este país, el deporte nacional es la individualización del ‘yo me lo hago todo’ y después sucede lo que sucede, veánse casos como las cláusulas suelo, preferentes, préstamos hipotecarios… En los que los más ‘listos de la clase’ han llegado a ser los más tontos y lo peor es que se limitaban a dar lecciones a otras personas. Mientras en otros países todo funciona de otra manera: muchos son los que se dejan aconsejar y algunos no dan un paso sin consultar a su abogado y no sólo para temas jurídicos. En algunos países de nuestro entorno, por ejemplo, es practica necesaria el aportar un escrito del abogado del consumidor autorizando una contratación de cierta relevancia con una entidad financiera, como sería el caso de los swaps o las preferentes. ¿Llegaremos a tal extremo? Pues parece que algo va a cambiar, de aquí la introducción de la figura Compliance Officer con las reformas del Código Penal y la responsabilidad penal de la empresa, y que también detallaré en un post futuro.

Y a todo esto, en ¿qué lugar quedará el asesor, gestor, consultor?

En mi opinión, la segunda, como consecuencia de esta automatización de las gestiones o funcionariación de la gestión, se irá devaluando considerablemente, pasando a un segundo término, de forma que vamos a ser testigos de la mayor tecnificación de la profesión. Es cierto que continuarán las empresas estando obligadas a entregar las hojas de salario a sus empleados, y a cotizar por ellos, a realizar los contratos de trabajo, a liquidar el IVA, presentar impuestos y, algunos de ellos, a presentar los libros de contabilidad. Pero esta actividad pasará a ser secundaria, de hecho, en muchos casos ya hoy día está siendo así. Y lo hará en defecto de las otras dos y de otras profesiones jurídicas, pues el mercado está mandando y aquellos gestores que están en su despacho realizando sus ocho horas sin ni tan siquiera conocer a qué se dedican sus clientes, bajo mi punto de vista, están condenados. Están condenados al ostracismo y al desconocimiento, condenados a realizar unas funciones que serán automáticas, alejándose de la realidad del mercado y, lo peor de todo, devaluando el trabajo que realizan día a día, con la asunción de una mayor responsabilidad, y, con ello, nuestro cliente querrá unos precios mucho más ajustados de forma que o se sobrecarga de manera desmesurada con el consecuente incremento de errores en sus tareas o se limita de tal modo que hace insostenible el mantenimiento de actividad alguna. ¿Y cuál sería el futuro? Pues en mi opinión estaríamos hablando de una inserción en el cliente, es decir, ya no valdrá el simplemente llevar bien la gestión diaria.

El cliente se está convirtiendo en pura exigencia, buscando la inmediatez en la obtención de la respuesta a sus dudas y resolución de sus problemas, busca garantías y para ello, además de conocer a nuestro cliente, es necesario enmarcarse en ese entramado jurídico, moverse en él como pez en el agua, puesto que al fin y al cabo, el derecho no deja de ser una ciencia jurídica, pero al contrario que el resto de ciencias, nosotros nos movemos con reglas cambiantes sin que sea necesaria su prueba pues pueden venir de ese legislador autoritario o del TC que ha declarado algo inconstitucional, reglas todas ellas que son interpretadas y sometidas a juicio casi todos los días; y, por si ello fuera poco, nos debemos también a reglas territoriales, con sus correspondientes conflictos de aplicación, cuyo conocimiento tenemos que tener tatuado en nuestro ADN y si aún nos va el riesgo, añadimos el ingrediente internacional a ese entramado y tendremos la fórmula de ese plus que, con conocimiento de alguna lengua, puede dejarnos abierta la puerta de ejercicio en otros países o abrir fronteras a tus clientes y a su defensa en arbitraje internacional o ante los tribunales europeos.

Porque en este mundo globalizado, las segmentaciones territoriales no son más que meras excusas de mantenimiento y dependencia. Conocer sin temor los convenios bilaterales con terceros países, la normativa comunitaria que a priori irá marcando tendencia futura en las relaciones comerciales gracias a la libertad de circulación de personas y mercancías, la unidad de mercado y la moneda única, es un hecho que provocará el desmarque de cualquier ámbito local y la tendencia al alza de nuestro negocio.

Y si a todo este cóctel elaborado, una vez servido, le pones el elemento tecnológico, puedes marcar esa puntilla que tanto puede gustar a este mercado en constante evolución. No debemos estar estáticos, sino debemos evolucionar. La presencia digital ha pasado de ser un elemento lejano a estar al orden del día. No estar en la red u online es equiparable a no existir dentro de un mercado competitivo. Pero ello no se debe limitar a la mínima expresión del únicamente estar, no debemos caer en ese error, pues puede ser peor el remedio que la enfermedad y nos jugamos el tener una mala valoración que perjudique gravemente nuestra marca en la red. Por lo tanto, no debemos limitarnos al estar, sino al ser visibles y para ello no hay mejor receta que dotar de contenido e interactuar con una red en la que se conectan millones de personas diariamente.

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