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El Internet de las cosas

El pasado día 21 de mayo presencié vía streaming la Webconference del ciclo de innovación y tecnología basada en el internet de las cosas (Internet of things) de la Online Business School, contando con la participación de Ignacio Navarro, Business Development Manager en Droiders. Podeis ver el enlace a la citada conferencia en el enlace que os adjunto a continuación:

Por Internet de las cosas (IoT) concebimos toda aquella conexión de cualquier objeto cotidiano con la red. Actualmente, además del ordenador y el teléfono, ahora tenemos conectados la televisión e incluso se están introduciendo los smartwatch y sin ir más lejos también se puede conectar el sistema de vigilancia de nuestros hogares y la conexión eléctrica. De hecho, los IoT pueden volver revolucionar el mundo de tecnológico hasta el punto que se introducirá en hábitos en los cuales no llegamos ni a imaginar: el coche, la nevera, la cama, el armario…

Por un momento, cojamos el Delorian y trasladémonos unos años hacia adelante. Tendremos un smartwatch que monitorizará nuestra salud y la subirá a la red y nos geolocalizará cuando nos encontremos cerca de nuestros hogares, de forma que cuando los sensores de la puerta nos detecten se abrirá y tendremos la temperatura adecuada en el hogar, mientras que en la cocina tendremos la cena que nuestro cuerpo necesita, a la vez que tenemos monitorizada en nuestra cama de forma preparada aquellos sonidos que nos relajan para poder conciliar un sueño más ágil y rápido, para que podamos descansar lo máximo con el mínimo tiempo posible. Cuando nos hayamos recuperado nos despertaremos y el armario habrá establecido la vestimenta que en función de nuestras constantes y de la temperatura existente en el exterior y la prevista para el día será más recomendable para evitar que cojamos cualquier tipo de resfriado.

Excesivo, ¿no? Pues una cosa así podría ser el futuro, por cuanto que todo ello puede formar parte de este internet de las cosas, las cuales están siendo creadas e ideadas a fin de hacernos una vida más fácil, ya que en cierto modo, nos estamos dirigiendo hacia un mundo en el que tendremos cubiertas nuestras necesidades antes incluso de poder preguntar o recordar que las precisamos, circunstancia que lejos de decir no, puede llegar a ser preocupante.

Por otro lado, dentro de este nuevo mundo del internet de las cosas, en el que todo estará monitorizado: nuestros hábitos, nuestra salud, nuestras costumbres… ¿dónde quedará el derecho a la intimidad del propio usuario?

Muchos recordarán la problemáticas de las cookies que aparecieron en su momento que permitían recopilar y guardar las costumbres internautas de los usuarios para poder ofrecerles anuncios más individualizados. Aun me sorprendo cuando tras comprar un producto, aún internet me seguía ofreciendo el mismo cada vez que entraba en ciertas páginas web, o las continuas recomendaciones que recibimos en nuestro mail por parte de algunas páginas de venta, como Amazon.

No negamos que somos los seres humanos quienes dotamos de información a la tecnología y a Internet, el problema es dónde acaba esa información, qué uso le dan quienes la poseen y si realmente hemos dado nuestro consentimiento para que se trate de esa manera y, lo que ha provocado más problemática si cabe, ¿tiene que quedarse esa información secula seculorum?

En mi opinión, algunas de estas cuestiones ya han sido abordadas por nuestra legislación. En primer lugar, hablamos de la Ley de Cookies, por la cual toda página web debe cumplir una serie de requisitos:

  1. ¿Qué es una cookie?

  2. ¿Para qué usa las cookies el sitio web?

  3. ¿Qué cookies en concreto se van a instalar en el terminal del usuario?

  4. Dónde conseguir más información sobre las cookies

En todo caso, el sitio web debe requerir del usuario la autorización expresa para que puedan ser instaladas.

En segundo lugar, hablamos de la famosa sentencia Google del TJUE que instauró el derecho al olvido y la capacidad del usuario de decidir qué información existe y qué información atenta contra su derecho al honor y, por ello, puede ser susceptible de ser suprimida de la red, y que ya comenté en un post anterior y de las que durante este año estamos experimentando las primeras sentencias que aplican esta doctrina del derecho al olvido.

Y esto, ¿qué tiene que ver con el Internet de las Cosas?

Poco y a la vez mucho. Poco por cuanto que puede que de aquí a unos años haya cambiado la percepción humana de lo que es íntimo y lo que y puede que resultemos mucho más abiertos a compartir determinadas cuestiones, aun y cuando sea con reservas. Todo ello por la gran sangría de información que recopilamos en nuestras páginas de las redes sociales. Pero a pesar de ello, considero que es el usuario quien debe poner sus propios límites, decidir qué si y que no debe aparecer en la red y sobretodo pensar qué tipo de información debe compartir. Es como si dispusiéramos de un vehículo de alta gama, con muchos caballos (Internet) y nosotros debemos decidir qué uso debemos darle al mismo, porque de lo contrario puede volverse contra el propio usuario y perjudicarle seriamente, sobretodo cuando hablamos de la reacción del mismo ante épocas de crisis de reputación.

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